Leandro García, sexto hijo, de Blas y de Elisa, que un triste diciembre de 1949, dejo su hogar, dejo sus cabras, dejo sus sierras, dejo su España, quebrada por una incruenta Guerra Civil, de cuyos efectos, muchos años después su familia sufrió, la que fue partida en dos, una parte en Europa, la otra en América, ni se puede uno imaginar, a aquel muchacho que apenas conocía los limites de su comarca, a fuerza, aun niño, del trabajo duro, y por paga, solo la alegría de haber contribuido a la economía familiar, quizás, aun el en el barco, que lo alejaba mas y mas de sus primeros afectos, junto a esas lagrimas que no se podían evitar, anidaba la esperanza de un mundo mejor, de una vida, aun con sacrificios, pero sin resentimientos.

Ni uno puede imaginarse, la llegada a esta pujante Buenos Aires, que abría sus brazos generosos, a tantos que como él, venían de la oscuridad, les dio luz, les dio esperanza, les dio trabajo honroso, y con él la posibilidad de volver a echar raíces, en los mismos muñones en que fueron cortadas las anteriores, el tiempo fue pasando, cada vez se alejo mas la posibilidad del reencuentro, luego también va desapareciendo la posibilidad del regreso, las raíces han entrado hondo en la tierra nueva.

Y por fin el encuentro con su señora, aun mas generosa que Buenos Aires, que le da paz, que le da amor, que abriga con su calor esos fríos en el alma, que traen los lejanos recuerdos, y le da seis hijos, que llenan su esperanza, que le da fuerzas para continuar aquellas rutinas de trabajo, porque jamás ha claudicado, junto a todas sus enseñanzas, transmite cultura, cultura de trabajo, cultura de respeto y de honestidad, aunque desde niño, la cultura de los libros le fue esquiva, y solo su esfuerzo le ha permitido obtenerla, luego de las largas jornadas de trabajo, porque ese ha sido el motivo de su vida, criar a sus hijos, mantener su hogar, todo con el solo esfuerzo de sus brazos, que también se hicieron generosos, con los suyos.

Luego vienen otros tiempos, la independencia y su esfuerzo hacen lo suyo, su empresa es la empresa de la vida, vienen sus hijos a aliviar ese esfuerzo, a devolver en parte ínfima, todo lo que por ellos hizo, y hoy, aun en su silla de trabajo, y no el sillón de cuero y pana que con su esfuerzo ha ganado, mantiene latente con su guía los designios de esta empresa, aun sigue siendo el faro que guía en las tinieblas, y bien sabemos que los tiempos han cambiado, pero hay cosas que se mantienen perennes e invariables y son esas las que guían a sus hijos.